LA EDUCACIÓN

prioridad en la zona de influencia de cerromatoso

Talentos ocultos en la ruralidad que la minería ha impulsado

“Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma”. Lo dijo Gabriel García Márquez durante un discurso en 1994, al que tituló ‘Por un país al alcance de los niños’.

Pagar una carrera universitaria es un reto para los padres de familia colombianos de los estratos más bajos. Mucho más si viven en zonas apartadas y rurales del país.

Un semestre en una universidad como la Universidad Pontificia Bolivariana en el programa de Administración de Empresas cuesta alrededor de $5.500.000 pesos, a pagar en 16 cuotas (42% de un SMMLV), en la sede de la UPB en Montería. El valor se eleva en la de Medellín ($$8.406.000).

En esta compleja balanza de educación de calidad y capacidad para financiarla se unen las historias de Kenyi Patricia Chica Díaz y Miguel Ángel Leiva Martínez, dos jóvenes cordobeses, del Alto San Jorge, que han podido acceder a la educación superior gracias al programa de becas de la multinacional Cerro Matoso a través de la Fundación Cerro Matoso.

El proyecto es uno de los acuerdos de la niquelera con las comunidades de influencia, 13 en total de los municipios de Puerto Libertador y San José de Uré, establecido en 2014 y que no solo busca formar a los jóvenes del sur de Córdoba como profesionales sino garantizar que ese aprendizaje contribuya con su entorno e influya en la calidad de vida de sus habitantes.

El beneficio le da la oportunidad al becado de escoger la carrera que desee en la universidad que quiera y recibe siete SMMLV por semestre: $5.796.000. Además del apoyo económico, los jóvenes mantienen el acompañamiento de la Fundación durante el proceso de adaptación y seguimiento durante los semestres.

Desde que se creó el programa de becarios más de 85 jóvenes de estas poblaciones alejadas del sur de Córdoba han sido beneficiados y una decena se han graduado como técnico y tecnólogo. Próximamente saldrá la primera promoción de profesionales.

Kenyi

Chica Díaz

Jóvenes, agentes de cambio en la ruralidad

Justo ahí se enlaza la aventura de Kenyi Patricia por los mares del conocimiento y el saber. Ella, con 22 años, será una de las primeras profesionales del proyecto. Pronto llevará a su hogar, en la vereda Puente Uré, corregimiento de Boca de Urédel municipio de San José de Uré, su título como Ingeniera Industrial, egresada de la Universidad del Sinú - Elías Bechara Zainúm.

Su promedio por encima de 4 puntos le abrió muchas puertas académicas: participó en eventos nacionales e incluso se fue a México de intercambio por un semestre. Kenyi ha sabido aprovechar su potencial.

Todo gracias a la oportunidad de estudio que ganó con el programa a los 17 años y que hoy le ha cambiado la vida.
Centrada, espontánea, libre para hablar y expresarse, alegre, así es Kenyi y así la describen Alfredo Chica Cuello y Beatriz Díaz Vega, sus padres. Ellos, un poco tímidos ante las cámaras pero no lo suficiente para ocultar el orgullo que sienten al ver a su primogénita convertida en una profesional, en una mujer empoderada, con confianza en sí y sobre todo ávida por seguir aprendiendo, conociendo y enriqueciéndose a través de la educación.

«Las mujeres al igual que los hombres somos capaces de realizar, de cumplir objetivos, sea que estos estén asociados más a los hombres que a las mujeres pero estamos en la misma capacidad. Somos igual de fuertes y de capaces de lograr lo que nos propongamos», dice cuando se le pregunta sobre la carrera universitaria que está por culminar.

Recuerda que lo más complejo del proceso fue dejar su casa y residenciarse a dos horas y media, en Montería, capital de Córdoba, para iniciar la carrera. Adaptarse a la vida de la ciudad, al día a día un poco más agitado que en su natal Uré y a entender que estaba a su cargo y que era ella quien velaba por sus necesidades.

También fue duro para Alfredo y Beatriz, quienes siempre han impulsado a Kenyi a que persiga sus sueños y encontraron en el programa el aliado perfecto para hacerlo posible.

Alfredo tiene una mirada fuerte, un poco impenetrable, habla despacio, tratando de hallar palabras para hablar de sus afectos, el semblante le cambia a medida que va recordando que ha sido afortunado con sus hijos.

Beatriz, por el contrario, es tímida pero carismática y se ríe al evocar las anécdotas de su hija mayor durante su estadía en México. Se sostiene en el brazo de la silla para continuar la charla. La echa de menos en casa pero reconoce que la transformación de Kenyi ha sido total.

Coinciden en que el acuerdo del proyecto de becas llegó como una bendición a sus comunidades. No tienen ingresos fijos y con trabajos fluctuantes, costear una carrera universitaria hubiese sido un verdadero reto.

En su casa son cuatro, Kenyi tiene un hermano menor, Jaime Andrés, quien recientemente también superó las pruebas para acceder al programa de becarios de la Fundación Cerro Matoso y está cursando primer semestre de Bacteriología en la Universidad de Córdoba.

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Miguel

Leiva Martínez

Sueños forjados con esfuerzo

En la Unicórdoba, pero en la sede de Berástegui, Ciénaga de Oro, estudia Miguel Ángel, el segundo de los tres hijos de Miguel Leiva y Paulina Martínez, una familia del corregimiento Centroamérica del municipio de Puerto Libertador, a la que también arropó el programa de becasgracias a que su hijo superó las pruebas para acceder al beneficio y hoy cursa el quinto semestre de Medicina Veterinaria y Zootecnia.

Costear la universidad para sus tres varones quedaba cuesta arriba para los Leiva Martínez. Con esfuerzo sacaron adelante la educación de su hijo mayor, Luis Alfonso, quien hoy es Ingeniero Eléctrico. Pero ni Miguel Ángel ni Jesús Andrés, el menor de la casa, tenían la certeza de sus estudios.

Hasta que Miguel fue favorecido con la beca y con ella también ha podido ayudar a su hermano Jesús.

Esta familia no solo es numerosa sino también musical, alegre y muy unida. Es una familia con muchos matices. En su casa se respira vallenato desde la entrada. Además de buen estudiante, Miguel toca la caja y junto a sus hermanos tocan en alguna parranda del pueblo o en su hogar cada que se reúnen en Puerto Libertador.

El señor Miguel incluso da clases de instrumentos en la escuela del pueblo a unos 18 niños de la comunidad. Precisamente él estaba al frene de la Junta de Acción Comunal cuando iniciaron los diálogos con las comunidades para el programa de becarios.

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Recrea los días y afirma con certeza que ha sido el mejor proyecto que ha llegado a sus comunidades.

“Invertir en la gente es el mejor proyecto que acá pueden traer”, dice con energía. Es un convencido de la educación como agente de cambio social. Muchos más en su entorno, donde las oportunidades son escasas y este tipo de acciones logran calar en la perspectiva de vida de sus habitantes.

Imagina a su hijo Miguel reproduciendo sus conocimientos en su tierra. Sus hijos desde pequeños han estado en contacto con los animales, el trabajo de campo y por eso Miguel Ángel también se divisa más adelante retribuyéndole a Puerto Libertador.

En la universidad los talentos de Miguel Ángel se fusionan. De clases de veterinaria pasa a las de canto ya que pertenece al grupo musical de la escuela. El poder mantener sus dos pasiones le complace. No es un muchacho tan efusivo y carismático como su padre pero si agradecido y orgulloso de donde viene.

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Para el decano de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Unicor, Nicolás Martínez Humánez, este tipo de alianzas entre las empresas privadas y las comunidades es esencial para el desarrollo del capital humano en estos territorios.

En el registro de la Unicor, la inestabilidad económica de las familias de los estudiantes es una de las principales razones de deserción universitaria.

Un informe del Banco Mundial a corte de noviembre de 2018 indicó que Colombia es el segundo país de Latinoamérica con mayor tasa de deserciónen estudios de educación superior.

Desde la óptica de CMSA han reconocido que el éxito de este programa ha sido el diálogo frontal con las comunidades, el sentarse cara a cara y debatir las prioridades y necesidades de sus habitantes.

La empresa ha priorizado sus recursos de inversión en tres frentes: educación, generación de emprendimiento y generación de ingresos para que las comunidades se adentren en ser sostenibles.

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APORTES PARA EL DESARROLLO DEL PAÍS

De acuerdo a cifras que maneja la Agencia Nacional de Minería, el aporte a Colombia por regalías de ferroníquel en 2018 fue de más de 170.816 millones de pesos, el más alto de los últimos cinco años y el doble en relación a 2017.

La inversión para el programa de becas a corte a diciembre de 2018 ha sido de $3.179.469.646, cobijando a casi el 60% de los jóvenes que culminan su escolaridad en estas comunidades para sus estudios de educación superior.

Como dato adicional, el promedio de más del 60% de los becados es por encima de 4%, lo que habla del compromiso de estos jóvenes con su formación como profesionales.

Luis Eduardo Marulanda, vicepresidente de Asuntos Corporativos CMSA, asegura que el impacto positivo de este programa ha hecho que desde la Fundación se piense en direccionar más recursos para impulsar ese potencial de los jóvenes del sur de Córdoba.

Y así, como dijo ‘Gabo’, construir “una sociedad que se quiera más a sí misma, que aprovecha al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una ética —y tal vez una estética— para nuestro afán desaforado y legítimo de superación personal”.

Regalías por ferroníquel en los últimos cinco años*

Cifras en miles de millones de pesos

$ 0
Año 2014
$ 0
Año 2015
$ 0
Año 2016
$ 0
Año 2017
$ 0
Año 2018

El programa de becas en cifras

0
Becas entregadas a febrero de 2019
0
Graduados como técnicos y tecnólogos
0 %
Deserción
0
Becas a entregar en junio de 2019
0
Jóvenes se gradúan este año como profesionales