El caimán aguja, una especie reptil muy apetecible en el mercado internacional: la textura maciza pero al mismo tiempo suave de su piel y su color intenso hacen de esta una especie codiciada por quienes trabajan en marroquinería de lujo. Su carne también es de agrado de excéntricos alrededor del mundo.
El crocodylus acutus, nombre científico de este caimán, se mantiene como una especie en peligro de extinción en muchos lugares del mundo donde habitan como el Mar Caribe, el golfo de México y la costa del océano Pacífico, por lo que está prohibida su caza.
Sin embargo, hay un rincón de Colombia donde a finales de 2018 se levantó la veda que prohíbe su comercialización y es en la Bahía de Cispatá y los manglares de Tinajones y La Balsa, en el municipio de San Antero, Córdoba, cuna de esta especie y donde desde hace más de dos décadas se ha trabajado en un proyecto para su preservación y conservación de la mano de los biólogos Giovanni Ulloa y Clara Sierra y de la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y San Jorge (CVS).
Justamente ese trabajo continuo para estabilizar la población entre estas comunidades que antes eran cazadores despiadados del caimán aguja y la CVS, es la que hoy ha permitido que la Dirección de Bosques, Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible levantara la restricción de la veda de 1969 con el aval internacional de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (Cites).
Antes, en la Cites de 2016 se decidió que el Crocodylus Acutus, pasara de Apéndice I al II, lo que permite la comercialización controlada y vigilada de sus pieles.