«Yo tenía que caminar horas para ir al trabajo y llegaba cansada. Ahora me voy en la canoa y en 10 minutos estoy en la finca». Durante el recorrido fluvial en el caño Pasifueres, la señora Gladys Mora, de unos 55 años, recordaba cuán difícil resultaba la movilidad en la vereda Pasifueres, municipio San Benito Abad, en Sucre.
La historia de Gladys es una de las tantas que convergen y se reconstruyen en las aguas de La Mojana sucreña, a unos 40 minutos del municipio de San Marcos, golpeada por los fenómenos naturales, el cambio climático y la mano del hombre en su intento por transgredir la esencia de ese territorio anfibio.
«Teníamos que inventar cualquier maniobra con troncos y palos, el agua se metía en todas las casas, fueron momentos duros», rememoraba el señor Ricardo Jiménez, mientras guiaba el recorrido en la canoa por un caño que tenía unos 20 años sin navegabilidad.
Entre 2010 y 2011 Pasifueres y toda La Mojana experimentaron la peor tragedia ambiental que hayan podido imaginar. Con la llegada del fenómeno de La Niña, el dique del río Cauca se rompió, situación que se repitió en otros ríos, quebradas y caños. El agua impuso su ley sobre cualquier otra cosa y se expandió incluso a terrenos de altura.
Las inundaciones se sumaron a la falta de resiliencia y conocimiento de sus habitantes para abordar el alarmante escenario. El cambio climático y esa abundancia de agua alteró en sobremanera la dinámica de La Mojana, su biodiversidad, y arrasó con todo a su paso: casas, árboles, aves, animales, zapales, familias. Un durísimo golpe a los modos de vida de esta región de la Depresión Momposina.
La ubicación geográfica de Sucre hace mucho más vulnerable al departamento cuando llegan las inundaciones, pues se encuentra en el nivel más bajo del enorme cuerpo de humedales de La Mojana, territorio que comparte con Bolívar, Antioquia y Córdoba, cuya función ambiental es regular los cauces de los ríos Magdalena, Cauca y San Jorge y dar equilibrio ecológico a la Costa Caribe y al país.
Más de 25.000 hectáreas se devastaron por la agresividad del fenómeno entre la Boca de Seheve (Ayapel) y San Marcos (Sucre).